De los peores conciertos que recuerdo... Sonido pésimo, un repertorio soso, un público frío... Y si encima lo comparo con el concierto de Skid Row en el pasado Sweden Rock, el balance ya es desolador. Sobre todo cuando guardaba muy buen recuerdo de su anterior paso por madrid. Pero en fin, empecemos por el principio.
Y el principio fue un retraso de una hora sobre el horario previsto, con el respetable acercandose o rebosando el límite de su paciencia. El primer tema, "Slave to the grind" sonó como un puñado de notas distorsionadas tocadas al azar con un Sebastian Bach más preocupado de su faceta de showman que de cantar. Pero bueno, al menos durante las primeras cuatro canciones el vocalista se preocupaba de llevar el peso escénico del show. A la quinta canción el canadiense ya se hundió físicamente y se limitó a lucir palmito. Y si ya añadimos el pésimo sonido que no dejaba diferenciar ni melodías ni instrumentos y que la voz de Sebastian estaba desaparecida en combate y abusaba del rever, tenemos todos los ingredientes para un concierto abocado al fracaso.
No pude evitar comparar las lágrimas de emoción y llantos que Skid Row provocaron con "18 and life" en el Sweden Rock con el frío recibimiento de ese mismo tema aquí en Madrid. Y es quelos escasos clásicos que cayeron ("Big guns", "Slave to the Grind", "Quicksand Jesus") sonaron sin apenas magia, sin un ápice por lígero que fuese de intensidad.
Otro motivo más para la vergüenza ajena: apenas habían transcurrido 50 minutos de actuación, acababa de sonar "Monkey Business" y Sebastian Bach se despide agradeciendo el calor del público. Ahí es cuando mi medidor de timos se salió de la escala y mi indignación alcanzó el nivel "Plaga Bíblica". Los bises alargaron la agonía 15 minutos, aunque eso sí, el público recibió bien "Youth gone wild", la última canción de este espectáculo condenado al más lamentable olvido.
...Y es que los efectos secundarios del Botox son nefastos para las estrellas del rock. Que se lo digan a Axl Rose. O mejor, ¡que nos lo digan a nosotros, que somos los que pagamos el pato!
No pude evitar comparar las lágrimas de emoción y llantos que Skid Row provocaron con "18 and life" en el Sweden Rock con el frío recibimiento de ese mismo tema aquí en Madrid. Y es quelos escasos clásicos que cayeron ("Big guns", "Slave to the Grind", "Quicksand Jesus") sonaron sin apenas magia, sin un ápice por lígero que fuese de intensidad.
Otro motivo más para la vergüenza ajena: apenas habían transcurrido 50 minutos de actuación, acababa de sonar "Monkey Business" y Sebastian Bach se despide agradeciendo el calor del público. Ahí es cuando mi medidor de timos se salió de la escala y mi indignación alcanzó el nivel "Plaga Bíblica". Los bises alargaron la agonía 15 minutos, aunque eso sí, el público recibió bien "Youth gone wild", la última canción de este espectáculo condenado al más lamentable olvido.
...Y es que los efectos secundarios del Botox son nefastos para las estrellas del rock. Que se lo digan a Axl Rose. O mejor, ¡que nos lo digan a nosotros, que somos los que pagamos el pato!
1 comentario:
amooo a sebastian bach y lo q dices es mentira la envidia los t va a matar el no hizo nada mal es el mejorrr de os mejoreessss
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